Tres estrategias para impulsar plataformas digitales con sentido ciudadano

6 septiembre, 2016

Nos gusten más o nos gusten menos, las plataformas digitales forman parte ya de nuestra realidad cotidiana social y económica. Independientemente de la visión más cyberutópica o más cyberescéptica en cuanto a sus efectos, lo cierto es que las plataformas digitales son una realidad bien palpable que solo aumentará aún más presencia en nuestra vida personal y colectiva en los próximos años. Por ello debemos preguntarnos como deben y pueden contribuir las plataformas digitales a una economía ciudadana, una economía creada, gestionada y orientada hacia los ciudadanos. El propósito de éste artículo es mostrar 3 grandes estrategias que pueden y deben servir a éste propósito. En los tres casos se requiere un papel activo de ciudadanos -sea en su dimensión activista o en su dimensión emprendedora- así como de los responsables públicos, sean técnicos o sean políticos.

1a estrategia – Activismo social para controlar las plataformas digitales corporativas

Los cyberutópicos colaborativos empiezan a constatar que las plataformas colaborativas no son las plataformas colaborativas de qué tanto presumían años atrás. En realidad son simples marcas corporativas que operan de acuerdo a las tradicionales leyes del mercado pero en un entorno digital. Su modelo de negocio es parecido al de una empresa de distribución que actua como intermediario entre proveedores (el famoso ciudadano productor) con los consumidores (el usuario, cliente, etc). El coste de la intermediación es el ingreso de la plataforma. Y como cualquier empresa de distribución que opera en el mercado establece férreamente las reglas de juego en las que se produce la intermediación. Ciertamente esta constatación reduce el grado de mística new age con la que fueron consideradas pero la innovación que suponen en el mercado siguen siendo muy interesantes para los consumidores que pueden acceder a nuevos servicios o nuevos mercados.

La primera estrategia para conseguir que dichas plataformas digitales corporativas digitales tengan una orientación ciudadana pasa por lo tanto por el activismo social en su función de seguimiento -y denuncia pública cuando sea el caso- para velar que no se den agravios, precarización laboral, evasión fiscal o toda suerte de malas prácticas. El activismo social también es imprescindible cuando, incluso cumpliendo la ley, se den prácticas poco éticas respecto por ejemplo a la contribución fiscal que debería corresponder a las plataformas digitales. El activismo social encaja perfectamente en el perfil del cyberescéptico colaborativo y es fundamental porque una economía ciudadana no puede construirse sin ciudadanos activos capaces vigilar y alertar de prácticas ilegales o compartamientos éticamente dudosos. Sin embargo el activismo social es tan necesario e imprescindible como insuficiente si no se complementa con otras estrategias de tipo propositivo orientadas a facilitar que las plataformas digitales crean valor público.

2a estrategia – Plataformas digitales colaborativas y políticas públicas

La segunda estrategia pasa por la tanto por ser capaces de generar propuestas concretas sobre cómo pueden las plataformas digitales corporativas orientarse a hacia una economía más ciudadana. Vetar, prohibir o incluso dimonizar las plataformas digitales puede que sea un camino fácil y aparentemente efectivo a corto plazo pero a largo plazo se muestra poco inteligente y sobretodo estéril para aportar valor público, objetivo fundamental de la gestión pública. El propio Marx, a propósito de los ludditas, obstinados en eliminar todas las máquinas como medida para acabar con el capitalismo, lo advertía “Faltaba tiempo y experiencia antes de que los obreros aprendiesen a distinguir entre la maquinaria y su empleo por parte del capital, y a dirigir sus ataques no contra los instrumentos materiales de la producción sino contra el modo en que estos se usaban”1. Es fundamental por lo tanto activar la imaginación estratégica suficiente que permita trazar línias de cooperación con el diseño de políticas públicas, por ejemplo vinculando las plataformas digitales corporativas de movilidad compartida con las políticas públicas de transporte, relacionando las políticas de vivienda con las plataformas digitales corporativas vinculadas al compartir servicios, vinculando las plataformas digitales de alojamiento particular con las políticas públicas de creación de empleo y emprendeduría o finalmente incorporarlas a los itinerarios de la educación pública sensibilizando los futuros emprendedores digitales en la necesidad de la doble rentabilidad social y económica.

Sin embargo ésta segunda estrategia también es incompleta sin la capacidad para crear modelos alternativos, modelos aún más exigentes no solo respecto a la calidad y excelencia del servicio prestado sinó respecto como se presta el servicio.

3a estrategia: Plataformas digitales cooperativas

Las plataformas digitales corporativas han innovado facilitando el contacto entre personas individuales. El ciudadano se convierte así en productor a título individual abriendo un sinfín de posibilidades. Al mismo tiempo sin embargo el ciudadano-productor no tienen ningún control sobre la plataforma misma. Ésta actua como cualquier marca global, imponiendo las reglas del intercambio y controlando tanto el proceso como el acceso. Igualmente las plataformas operan como cualquier empresa capitalista abriéndose a nuevos inversionistas para poder competir ofreciendoles los mejores retornos financieros posibles. Desde una perspectiva de economía ciudadana ¿Porque limitarse a dar poder a los ciudadanos como productores cuando éstos podrían ser también propietarios de la plataforma misma, del medio de distribución? En éste sentido, la importación del modelo cooperativo al modelo de negocio digital puede ser la mejor forma para introducir la democracia en la empresa y ejercer un auténtico y real control ciudadano que pueda garantizar la orientación de la plataforma digital hacia una economía ciudadana.

Para desarrollar con éxito plataformas digitales cooperativas solo habrá que igualar –o superar- la excelencia en el servicio de este tipo de plafaformas incorporando la dimensión de gestión propiamente cooperativa, la implicación y participación de sus socios, en la creación, desarrollo e implementación de la plataforma digital cooperativa. Así, por ejemplo, en el ámbito del turismo, aquellas personas que disponen de una habitación o de un piso podrían agruparse en una gran cooperativa de consumidores. El desarrollo de una plataforma digital cooperativa de éste tipo implicaría que los beneficios se repartieran entre sus socios, que los trabajdores de la plataforma digital pudieran ser socios de trabajo y que los miles y millones de usuarios en todo el mundo fuera socios de consumo extendiendo a su vez los principios de la economía cooperativa. Bien es cierto que habría que superar igualmente una visión a menudo excesivamente naïf sobre lo que es una cooperativa, por ejemplo recordando que aunque su misión sea cumplir su finalidad social, sigue obligada como mínimo a no tener pérdidas –imputables a los socios en caso de que las hubiera-, recordando que una cooperativa no deja de ser una empresa que compite en el mercado.

A partir de una visión real, el modelo cooperativo puede ser una vía eficaz para complementar la innovación de los modelos de negocio de las plataformas digitales corporativas garantizando la vinculación ciudadana de las plataformas digitales mediante el control total y absoluto de la empresa. Por ello es imprescindible que los emprendedores colaborativoscyberutópicos asuman el reto de serlo no solo en la creación del negocio sinó también en el como se crea el negocio, la gestión dentro de la empresa (en su gestión, en el compartir los medios de producción y sus beneficios, etc) y así contribuir de modo más eficaz a una economía realmente colaborativa, una economía ciudadana. Del mismo modo todos aquellos cyberescépticos que consideran que las plataformas digitales corporativas son solo un eslabón más del capitalismo financiero deberían ser capaces de invertir también sus esfuerzos y recursos en la creación de plataformas digitales cooperativas.

Finalmente la administración pública debería ser capaz igualmente de impulsar la creación de alternativas empresariales, concretas y tangibles, asesorando, aportando recursos técnicos y económicos para crear plataformas digitales cooperativas capaces de operar de acuerdo con las leyes del mercado y ser una oferta real e incluso mayoritaria y a la vez con capacidad para garantizar sentido ciudadano, desde la creación, pasando por la gestión y los resultados de la empresa cooperativa. Emprendedores, propietarios, ciudadanos, directivos públicos y responsables políticos, directivos públicos tienen la posibilidad por la tanto de tomar la iniciativa en el mundo digital y garantizar que contribuya integralmente a avanzar hacia una economía digital ciudadana.

 

Notas:

1 Karl Marx Capital Libro I, vol. 2, Siglo XXI editores, 1975, p.522.

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Autor / Autora
Profesor colaborador en la asignatura Nueva economía urbana del Máster Universitario de Ciudad y Urbanismo. Politólogo y máster en Dirección pública. Consultor en gestión pública y economía social, cooperativa y colaborativa. rogersunyer.com / @rogersunyer / Linkedin
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